Por Gustavo Fariña(*) 
Publicado en www.eldial.com.ar  
Se tratarán cuestiones vinculadas a opiniones recientemente difundidas respecto del “modelo de mediación” que debería ser adoptado para la formación de mediadores de la Provincia de Buenos Aires. 
 a) Los planteos
Con motivo de la elaboración de la reglamentación de la Ley 13951de mediación en la Provincia de Buenos Aires, en los últimos días se han difundido en diversos medios, (escritos y gacetillas institucionales) opiniones donde se hacen públicas las diferencias entre especialistas en mediación sobre los contenidos de los programas de capacitación para los mediadores en la Provincia de Buenos Aires. Es así que, bajo el argumento “…en la Capital Federal la mediación ha fracasado debido a que los mediadores no han sido bien formados…” se sostiene la necesidad de una reforma en los actuales programas de capacitación que adoptaron la mayoría de entidades públicas y privadas responsables de implementar Experiencias de mediación a nivel nacional e internacional.

Por lo anterior, se adjudica como causa de la “deficiente” formación, haber adoptado los modelos de la Escuela de Harvard en Negociación y Mediación, agregándose que el primero es insuficiente como único modelo teórico en la materia y que el segundo ha generado consecuencias no deseadas al desdibujarse sus características culturales (afectando su identidad) por haber sido adaptado a nuestra sociedad. A esto se le suma que, según este último, el mediador formado en la Capital Federal tiene como única labor facilitar la comunicación entre las partes.

b) Breve comentario preliminar. ¿Podemos hablar de fracaso del sistema en la Capital Federal?

En lo atinente a las afirmaciones que concluyen en el fracaso de la mediación en la Capital Federal, desconocemos cuáles son los elementos objetivos que las sustentan (trabajos de campo, tipo de casos y/o materias u objeto, estudios, estadísticas) pero, aparentemente, se establece como razón principal de falta de éxito, la elección del modelo teórico para la formación de los terceros neutrales.

Antes de expresar algunas ideas con relación a estos puntos, es necesario destacar que, aún coincidiendo plenamente en que la formación de los mediadores en la Capital Federal deba ser mejorada (existe un gran desnivel en la formación básica), existen distintos factores a tener en cuenta que influyen y son fundamentales para lograr dicho objetivo. Así podemos mencionar: 1.- la seriedad de las instituciones formadoras y experiencia en el ejercicio de la mediación de sus docentes responsables, 2.- el cumplimiento de la capacitación continua por parte de los mediadores, 3.- la falta de exigencia de especializaciones para intervenir en determinado tipo de casos, entre algunos. Otros aspectos a tener en cuenta como posibles motivos de un rendimiento insuficiente de los mediadores, al margen del tipo de formación recibida, pueden ser por ejemplo: a.- dedicación parcial o mínima a la actividad, b.- controles insuficientes por parte de la autoridad de aplicación, c.- sistema de retribución basado en la realización de acuerdos que genera como contrapartida en muchos casos el retaceo del tiempo dedicado al caso, entre otros.

Estamos totalmente de acuerdo en que un programa de capacitación en mediación puede ser mejorado (es positivo y deseable que así lo sea), permitiéndole actualizaciones en función de la realidad social, de los nuevos contextos de conflictividad, las culturas emergentes, e ir enriqueciéndolo con experiencias de la práctica concreta. Es más, sería saludable que el programa de formación básica -establecido como obligatorio por el Ministerio de Justicia de la Nación hace más de una década-, fuera adaptado formalmente a los contenidos (más amplios y reelaborados) que de hecho así ocurre con algunos conceptos teóricos dados hoy por los docentes a cargo y que son fruto de sus años de ejercicio profesional.

Para aquellos profesionales de la mediación que nos hemos formado inicialmente en el modelo de Harvard (en mi caso en 1993) las críticas expuestas en definitiva descalifican nuestra labor diaria de los últimos quince años como mediadores en diversos contextos, así como nuestra tarea de capacitar a futuros mediadores (y no lo hacemos bajo un modelo particular excluyente), destinando (a sabiendas o no) al fracaso a quienes han confiado en nosotros como sus entrenadores, o bien para formarlos a ellos mismos como capacitadores de otros en mediación.

Por otro lado, nos preocupa que destacadas instituciones de la Provincia de Buenos Aires, como el Colegio de Abogados, que tiene ingerencia en el diseño del sistema y además tendría un rol activo en su implementación, se haga eco de opiniones que destacan el fracaso del modelo mencionado, sin advertir que es el mismo que hasta la fecha se ha utilizado para la formación profesional en casi todas las Jurisdicciones de la Provincia donde las Delegaciones del Colegio Público dictan cursos de mediación, e inclusive sostiene la práctica de los mediadores de numerosas experiencias llevadas adelante en o con la intervención de dichas Delegaciones.

Es importante recordar que a nivel nacional la mayoría (sino todas) las Provincias que tienen programas de capacitación en mediación prejudicial han adherido al programa de capacitación del Ministerio de Justicia de la Nación y Derechos Humanos. Muchas de estas Provincias, tienen Programas y Leyes que implementan la mediación con diverso grado de desarrollo y años de funcionamiento con mayor o menor difusión, pero en ninguna de ellas podría considerarse que se ha frustrado la implementación de la mediación. Así también el desarrollo de programas de mediación llevados adelante por instituciones y capacitadores argentinos en gran parte de Latinoamérica. En la gran mayoría de estas experiencias los mediadores fueron formados en contenidos similares al Programa de formación utilizado en la Capital, hoy descriptos como insuficientes, al punto de ser causa del fracaso de la implementación del método.

c) Modelos de mediación. Adaptación. La evolución en función de la práctica. La docencia en mediación

El modelo inicial y mayoritariamente difundido, en el que nos hemos formado muchos mediadores, ha sido el modelo de mediación de la Escuela de Harvard basado en el modelo de Negociación de Harvard. Su principal característica radica en la claridad esquemática: proceso sencillo que brinda (sobre todo a los mediadores noveles) una línea clara a seguir para intervenir en las disputas, donde coinciden de forma orientadora para el tercero, las etapas del proceso con los objetivos a alcanzar por las partes en cada una de ellas, delineando las herramientas y estrategias para el mediador. Es como un mapa a seguir, un hilo conductor para el tercero neutral.

Ahora, ¿es suficiente? ¿Se puede, hoy por hoy, trabajar en mediación quedándose solamente con estos únicos modelos? Ya sean éstos u otros, diría que no lo creo así. Con el correr de la práctica, me ocurre como a muchísimos colegas, llega un determinado momento que la formación básica (independientemente del tipo de abordaje en el que uno se forme: tradicional, narrativo o transformativo) se hace insuficiente. Pero por favor, no les echemos la culpa a los modelos de Harvard. Ocurre que la labor del mediador es mucho más complicada, los conflictos tienen muchas más aristas de las que cualquier clasificación pueda establecer y los seres humanos no tienen características taxativas. Por ello hemos debido echar mano de todos los recursos, enfoques teóricos y técnicas posibles, en la medida en que sean compatibles, viables y/o útiles con el desempeño de nuestro rol.

Así, en la medida en que avanzamos en la práctica, sumamos experiencias y capacitaciones en otros modelos o enfoques de intervención (circular narrativo, transformativo). También nos hemos enriquecido con el aporte de otros mediadores internacionales que sin necesariamente haber desarrollado un modelo diferente, han diseñado tecnologías y herramientas especificas moldeadas por su formación profesional de origen (psicólogos, sociólogos, abogados) y su vasta experiencia en ámbitos de trabajo específicos -familia, penal, comunitario, etc- y de distintas universidades tales como Jay Folberg, John Haynes, Susan Coleman, Dina Jansenson, Marty Price, John Paul Lederach, Johan Galtung, Robert Benjamín, estuvieron en nuestro país en innumerables oportunidades.

 ¿Qué mediador puede decir hoy en día que trabaja exclusivamente basándose en Harvard, o en el modelo circular narrativo u otro?, ninguno. No sé si podemos hablar de un ‘modelo argentino de mediación’, pero es indudable que la mayoría de los docentes en mediación de las instituciones más prestigiosas de la Argentina se han formado en la misma época -comienzos de los años 90- con el modelo de Harvard, y posteriormente han sido enriquecidos por diversos enfoques y modelos. Esto marca una evolución notable de los capacitadores, además de una actualización en los programas al margen de que no haya sido receptada formalmente en los programas de estudio.

Algunos de los que somos entrenadores, también somos mediadores (en exclusividad) y esta doble labor se complementa y enriquece en la docencia (principalmente en la etapa de entrenamiento donde se trabaja el “hacer”) donde se requiere que reflexionemos sobre nuestra práctica. Este ejercicio permite transmitir vivencias y experiencias desde el rol docente reformulando los “modelos” que en definitiva son desarrollos teóricos.

De esta forma se han adaptado “esquemas o métodos extranjeros” a la realidad e idiosincrasia nuestra. Esa es la razón por la cual la mayoría de los países latinoamericanos han seguido tan atentamente la experiencia argentina en mediación y nos ha permitido “exportar” nuestra modalidad de trabajo. En países como Costa Rica, El Salvador, Honduras o Perú, tuve oportunidad de escuchar estos conceptos por los cuales habíamos sido elegido -docentes argentinos- como entrenadores , “No nos es relevante la experiencia de los EEUU -principal referente de las experiencias en mediación desde los años 80- sino la experiencia de un país con características e idiosincrasias similares a las nuestras” (en el enfoque de los conflictos y la negociación). La Argentina se había convertido sin darnos cuenta en un importante referente de la implementación de la mediación en Latinoamérica. ¿Podría haberse dado este hecho, si como dicen, el modelo que se adoptó y difundimos fuese un borroneado de la cultura de origen carente de identidad y no verdaderamente, como sí lo es, una nueva elaboración fruto de nuestra evolución profesional con fuerte articulación y anclaje propios?

d) La labor del mediador. Aclaración con relación a los planteos de la necesidad de cambiar el perfil de un mediador que únicamente facilite la comunicación. En la práctica ¿es esto solamente lo que hace un mediador?

Al conceptualizar sobre la actividad del mediador, con seguridad encontraremos definiciones que pondrán de relieve principalmente la función de ‘facilitador de la comunicación entre las partes’, o la de su asistencia en la negociación desarrollada por las mismas. En teoría, estas definiciones sólo se utilizan para diferenciar su rol de tercero neutral y conductor de un proceso de resolución de disputas, frente a otros terceros, cuyas funciones son emitir opinión o decidir sobre los temas de fondo.

Pero es cierto que, en la práctica, el mediador puede hacer mucho más que facilitar la comunicación (que no es poco, ni sencillo). Esa actividad es algo esencial que debe hacer permanentemente (o por lo menos debe estar atento a si es necesaria su intervención para facilitar el entendimiento). Como director del proceso, es su responsabilidad que todos puedan tener un espacio para escucharse, sentirse escuchados y de ser posible entenderse, anticipando que ello no implicará compartir posturas, ideas u opiniones. Además, si ello fuese todo lo que podemos hacer, coincidiría plenamente en que es totalmente insuficiente. También mantener la neutralidad en todo momento generando confianza en las partes le permitirá conocer a fondo diversas cuestiones del caso, pudiendo ayudar a las partes a reflexionar, identificar y evaluar intereses propios y ajenos, clarificando y jerarquizando estos y aquellos, ayudaremos a evaluar opciones que se generen en la mediación y las alternativas que las partes tengan fuera de ella, permitiendo que se contrasten ambas posibilidades, que se dimensione la situación más allá de la emocionalidad y la subjetividad, mediante la utilización del tiempo y otras técnicas como recursos. Para lograr esto deberá conocer las causas que generan los conflictos y que verdaderamente tienen atrapadas a las partes, podrá ayudarlos a negociar, reconociendo las interacciones competitivas para facilitar el paso hacia la colaboración cuando esta es posible.

Como bien puede apreciarse entonces, dada la complejidad de la tarea del mediador y aunque se la resuma de manera sencilla en: ‘ser el facilitador de la comunicación asistiendo a las partes en una negociación entre ellas’, es indudable que ningún modelo o enfoque puede proclamarse por encima de otro, y que se necesita de profesionales reflexivos e incluyentes que puedan con su práctica enriquecer los conocimientos teóricos y actualizar sus metodologías al momento de intervenir como mediadores en los conflictos.

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(*) Abogado. Mediador, capacitador y consultor de Fundación Libra. Mediador penal y familiar del Centro de mediación de la UBA. Coordinador y profesor del programa de Actualización en Negociación y RAD, UBA. Docente de Resolución alternativa de conflictos en UBA (Maestria en Magistratura y Especialización e Administración de Justicia), UCES, Universidad de Palermo, Universidad Católica de Salta, Escuela Judicial del Consejo de la Magistratura de la Nación y del Centro de Formación Judicial (Ciudad Autónoma de Buenos Aires).

 

 

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