Por Luis Miguel Díaz  (1) Un gran problema para el manejo de conflictos que enfrentan las personas en la edad de la discreción, se deriva de la usurpación de sus voluntades por quienes los rodean. 
¿Por qué?
Primero, porque el conflicto de la vida es más fácilmente manejable con el envejecimiento. Es una de las habilidades con las que todos nacemos y que se perfeccionan con la práctica. Nadie es sabio de nacimiento,  son el tiempo y la práctica lo que permite crecer a las semillas que todos somos. El tiempo enseña lo  que la razón no puede, ilustrado en el adagio de la sabiduría popular que expresa que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Un buen ejemplo de la sabiduría ante la vida es el síndrome de los abuelos para quienes la educación de los niños es irrelevante (a fin de cuentas cada niña o niño desarrollará lo que es al nacer). En contraste, las madres y padres que tienen en sus hombros el futuro de sus descendientes, creen que pueden ser decisivos en la formación del temperamento de sus hijos.  Esta distinta actitud frente a los niños es resultado de la experiencia de la vida en el manejo de conflictos de los abuelos. 
Segundo, porque el conflicto es vida y la base para los procesos creativos. Mientras  vivamos no podemos resistirnos al conflicto porque la vida es conflicto. No hay vida sin coexistencia y no hay coexistencia sin confrontación. Resistirse al conflicto es resistirse a vivir.
Tercero, porque en el manejo de conflictos no están de por medio conocimientos especializados ya que todos algo sabemos al respecto. No se trata de que el carpintero haga obra del labrador, ni el tejedor la de arquitecto, ni el jurisperito curando o el médico abogando, sino que el arte de manejar conflictos no tiene profesiones predilectas, ni edades o género específico. Todas las personas pueden manejar conflictos creativamente, aunque no lo sepan.
¿Habilidades para el manejo de conflictos?
El punto de partida es que todos los seres humanos nacemos con habilidades en nuestros genes para el manejo de conflictos con otros. Si no fuera así, la especie humana no hubiera existido o habría desaparecido. Esas habilidades las desarrollamos en nuestras vidas. Esas habilidades condicionadas evolutivamente para gestionar conflictos se contextualizan durante nuestra vida con factores lingüísticos, culturales, sociales, políticos y religiosos a los cuales añadimos habilidades profesionales y técnicas. Con la práctica se mejoran Una de las primeras interacciones del ser humano es negociar y mediar para sobrevivir. Negocian madre y bebé el acceso a la leche materna. Solucionar conflictos por la vía de la persuasión es lo contrario a imponer sucesos, a utilizar la fuerza para imponer decisiones personales. Acordamos soluciones en la vida de familia, en transacciones comerciales y en las relaciones de trabajo.
Freud escribió en 1926 un artículo en el que abogaba por su amigo Theodor Reik, miembro prominente de la Sociedad Psicoanalítica  de Viena. Reik no era médico y se le acusaba de violar una ley contra el curanderismo que declaraba ilegal el ejercicio del psicoanálisis por alguien que no fuera médico.
En su escrito Freud sostenía un diálogo imaginario con un juez imparcial al que trataba de convencer de que todos podemos juzgar tesis psicológicas, ya que no requerimos de conocimientos especializados. Dicha actividad no está reservada a los especialistas, como sí lo son el ejercicio de otras disciplinas como la medicina, la contabilidad, la física, la química. Lo mismo ocurre con las estrategias para manejar conflictos que constituyen conocimiento no especializado.
En el diálogo con el juez Freud cita el caso de una quinceañera que solicitaba trabajo como niñera. Se le preguntó cuál era su experiencia como niñera. Contestó ella que sí tenía, que no hacía mucho tiempo había sido una niña pequeña.
Análogamente, si se nos pregunta sobre nuestra experiencia en manejo de conflictos, una respuesta sería que es algo en lo que todos hemos participado, participamos y seguiremos participando.
Pensamientos filosóficos en el manejo de conflictos
Busqué alguna guía sobre el envejecimiento y el conflicto y descubrí dos ideas centrales en dos filósofos presocráticos, contemporáneos de Hipócrates, que usaré para transmitir un modo de pensar sobre los conflictos en el envejecimiento.
El primero es Heráclito (535-475 a.C.), el filósofo obscuro y el segundo es Protágoras (490-420 a.C.), el más famoso de los sofistas. El primero dice que la vida es movimiento, nada se detiene, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. El fluir perene es una característica esencial del universo que nunca deja de transformarse. El segundo afirma que el ser humano es la medida de todas las cosas, lo bueno y lo malo sólo lo son para quienes así lo sienten, no existen verdades que sean válidas para todos.
Por lo anterior, una actitud útil frente a los conflictos personales es la certeza de que su manejo no es más que desenredar los puntos de vista personales de los involucrados (Protágoras) y que todo cambia constantemente (Heráclito). Así, el apreciar conflictos como realidades estáticas que son sentidos idénticamente por los que los viven es una impresión falsa, aunque el lenguaje común parezca dar a entender que los conflictos son realidades objetivas que pueden ser conocidas.
Yuxtaposición de envejecimiento y conflictos
De acuerdo con el modelo que he presentado en las líneas anteriores, las habilidades para el manejo de conflictos se mejoran con la experiencia de la vida. Sin embargo, dicha habilidades, que son únicas en cada persona y que son determinadas por variables orgánicas, fisiológicas, genéticas y de historia de vida, tienden a ser suprimidas por la usurpación de sus voluntades por las personas que cuidan a las personas de edad.
En efecto, no obstante matices familiares, culturales o personales de la vida de cada persona, la toma de decisiones ante las situaciones de la vida es una cuestión personal y vital de cada adulto. Antes, durante la niñez y en menor intensidad en la adolescencia, no nos queda otra que sujetarnos a las voluntades de los adultos quienes deciden por nosotros. Esta forma de ser se funda en la creencia de que los adultos  saben tomar decisiones adecuadas. Ignoran opiniones de los jóvenes e imponen sus decisiones. .
Con buenas intenciones y en respuestas a prejuicios sociales y falsas impresiones, el cuidado a las personas de edad parece equivalente a una regresión a la actitud tomada frente a los seres humanos en su crecimiento, cuando los enseñamos a sobrevivir, puesto que no saben tomar decisiones. El adulto al pasar a la edad de la discreción es privado de su voluntad, pierde su libertad. El resultado de aplicar esta visión del mundo es fatal.
Antropológicamente, una característica universal para el buen manejo de los conflictos interpersonales es considerar y tomar la voluntad de los involucrados para la solución de los conflictos. Cuando una persona impone su voluntad a otra o decide por nosotros el cómo manejar un conflicto, normalmente nos oponemos y si podemos no obedecemos, es una cuestión de orgullo personal y dignidad.
¿Qué sucede normalmente en los conflictos de las personas ancianas?
Los cuidadores o familiares no los toman en cuenta y de hecho los discriminan y los privan de autonomía para la toma de decisiones. Los demás asumen la responsabilidad del anciano. Esta actitud sólo puede estar justificada o inclusive ser necesaria en casos de demencia o incapacidad mental para la toma de decisiones vitales para sobrevivir.
En consecuencia, paradójicamente, para lograr un envejecimiento exitoso en lo que toca al manejo de conflictos, el contexto sano no se deriva de la persona que envejece sino principalmente de los allegados o cuidadores o médico responsable.
El reto es saber observar y respetar la realización de la voluntad de la persona de edad, no decidir por ella. Es deseable todo lo contrario, o sea que frente a los conflictos que sea parte, responda con base a sus emociones y valores, en la medida que la persona de edad no solicite que otros decidan. Probablemente, su experiencia ante la vida determinará que sus decisiones sean lo mejor para ella.
En conclusión, recordando a Heráclito y a Protágoras, toda generalización sobre el manejo de conflictos en la niñez, la juventud, la edad madura o en ancianidad, debe tener excepciones, puesto que cada cabeza humana y cada conflicto son únicos. Por ello parece sin sentido proponer un método de manejo de conflictos que en todos los casos y bajo cualquier circunstancia, sea pertinente.
Así, el paternalismo es la peor consejera para el manejo de conflictos en un envejecimiento exitoso. El camino adecuado requiere una cultura de respeto y dignidad a las personas de edad de discreción, edad en la que callando se aprendió a escuchar; oyendo se aprendió a hablar; y  hablando se aprendió a callar.
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 1.-El autor es Creyente en el diálogo para la solución pacífica de controversias y desconfiado del lenguaje, las reglas y las autoridades, incluyendo la propia. Doctor en Ciencias Jurídicas y Maestro en Derecho Internacional de la Universidad de Harvard. Abogado de la UNAM. Autor de 16 libros y más de 100 artículos. Presidente del Centro Interdisciplinario para el Manejo de Conflictos, A.C.  lmd@solucionegociada.com
Moralejas para Mediar y Negociar, 2ª Edición, Editorial. Themis, 2004
Artículos sobre manejo de conflictos en www.mediate.com.
Obras de Luis Miguel Diaz en mecanismos alternativos para solución de controversias:Manejo de Conflictos desde la sabiduría del cine y las canciones. Más Chaplin, Menos Platón, Editorial Pax, México, 2005,

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